PASAR DEL ROJO AL AZUL

Para muchos padres, el mal rendimiento escolar de sus hijos se transforma en una verdadera pesadilla, sobre todo cuando se inicia el segundo semestre y el desconcierto de no poder revertir las notas se presenta. ¿Qué hacer cuando nos enfrentamos a esta situación?.

No se puede decir con exactitud por qué un escolar tiene bajo rendimiento, ya que cada caso tiene su origen en diversos factores. Pero lo que se es cierto es que en la mayoría, esta situación se arrastra por años, hasta el punto de que estos niños son sarcásticamente denominados como “porros” del curso.

Establecer cuál es la causa es el primer paso para ayudarle a revertir los resultados académicos. Ahí, el trabajo de los padres, profesores y del propio menor, determinará el fracaso o éxito del cambio.

¿Cómo andamos por casa?

A juicio de Orita Quezada, profesora de lenguaje, cada caso es único y se trata individualmente. Pero para saber cómo abordar este tema, primero: “hay que comenzar por conocer al niño, su entorno, sus amigos, su familia, con el objeto de hacer un diagnóstico de qué es lo que pasa”. Muchas veces la raíz de su mal comportamiento académico está en el medio que lo rodea. “Si un niño jamás ha visto a sus padres leer, existen mayores probabilidades de que él tampoco lo haga. Si nunca le han inculcado hábitos de estudio, por supuesto que no los tendrá. No se puede exigir herramientas de estudio cuando su entorno no las entrega”.

Dentro de este contexto, también es importante que no tenga problemas emocionales, como por ejemplo una baja autoestima que le impida superarse, entre otros.

¿Qué hacer?

Pero, sin importar cuál es la causa, “el trabajo con los padres es fundamental, ya que el problema a no es sólo del niño(a), sino también de la familia”, señala la docente. Otorgar un medio favorable para el aprendizaje, en el que se pueda estimular hábitos de estudio y lectura, es un compromiso que deben adquirir todos los entes involucrados, indispensables en esta tarea.

Por otra parte, también es importante descartar que padezca de alguna patología que dificulte la adquisición de conocimiento, por ejemplo, que tenga una dislexia – incapacidad de algunas personas para leer y escribir correctamente – depresión, insomnio, etc. Ahí la forma de actuar es distinta. Tal como lo señala Orita Quezada, “se requiere la participación de profesionales especialmente capacitados, como sicólogos educaciones, sicopedagogos y siquiatras”. Aunque, en estas circunstancias, los padres y profesores también deben estar presentes para asegurar el éxito.

Son estos últimos, por supuesto, quienes poseen un papel fundamental. La docente señala que “un profesor tiene que estar atento a las señales de un niño(a) con problemas, ya que mientras mas tiempo acontece, más profunda es la problemática”. Dentro de este contexto, para ella, la aplicación de herramientas que involucren clases dinámicas y participativas son esenciales para incentivar a un escolar a estudiar de manera voluntaria.
Sin embargo, y comenzando ya el segundo semestre, hay que tener claro que los milagros existen, pero no para estos casos. Revertir un mal rendimiento en semanas es imposible, ya que el proceso es lento y requiere, tal como lo señalamos anteriormente, de la participación de todos los grupos socializadores que rodean al niño(a). Pero si se toman herramientas efectivas, a lo mejor no se tendrá un resultado excelente, pero sí mejor. Lo importante es incentivar las conductas positivas que manifieste el escolar, mediante premios y estímulos que de preferencia deben ser verbales. Los insultos o las descalificaciones sólo aumentarán el problema. Evitar caer en la agresividad es el camino más óptimo.

Ser actores presentes en la educación de nuestros hijos, preocuparse de sus tareas e incentivar su aprendizaje y la adquisición de hábitos de estudio, siempre serán alternativas favorables y muchas veces evitarán situaciones críticas que lleven a nuestros hijos a ser los llamados “porros” del curso.
Apoyo Pedagógico